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Hoy quiero expresar algunas reflexiones sobre el proceso detrás del logro de objetivos. Quizás encuentres luz al final del artículo.
Me encuentro principalmente entre una sensación ansiosa de resultados, tanto en lo personal como en lo profesional. Calculo que en algún momento de tu año te sentiste así. Particularmente, cuando rozamos fin de año, tendemos a elegir dos caminos: sobreintensificar los procesos o parar la pelota y pensar.
En esa línea de pensamiento me quiero detener: ¿y qué pasaría si mezclamos ambas ideas? Se me ocurre una especie de híbrido entre parar, repensar y acelerar. Una tríada interesante, ¿no?
Es que si nos ponemos a razonar, ¿cuántas veces no hemos considerado tirar la toalla y esperar que mágicamente el primero de enero arranquemos de cero? O incluso, agotarnos en noviembre y diciembre persiguiendo algo que “la sociedad” nos impuso conseguir.
No tengo nada en contra de ello, pero ¿no sería mejor darnos el tiempo suficiente para entender las cosas? ¿Realmente esto que estoy consiguiendo me acerca a algún lado? ¿Me siento lo suficientemente preparado para seguir acelerando resultados sin una meta clara?
Reflexiones que buscan respuestas. Por eso quiero expresarlo, para que si llegás a leerlo, sepas que a veces, por más cerca que estemos de fin de año, es necesario plantearse cómo vamos, si realmente vale la pena esto que estamos haciendo y, si lo es, qué acciones nos van a acercar a ese resultado esperado.
Tenía ganas de dejar escrito esto un miércoles. Ahora sí, sigo repensando y acelerando, porque parar ya lo hice.